Tenemos vecinas. Y son brujas.
Espian tras los cristales y nos huelen las pesadillas.
Visten de gris como las motas del polvo, y se esconden del sol en el patio de atrás.
Los días de lluvia hacen ver que barren agua, y de reojo, nos susurran palabras ocultas entre los truenos y los relámpagos. Hablan las lenguas muertas y la de los muertos, des de dentro y del revés.
Más no nos dicen lo que quieren.
Llevan las uñas largas y el pelo alborotado. No es blanco ni rubio, sino del color de la paja vieja, y tienen los ojos empañados de niebla y gris.
Huelen a algo viejo y roto que jamás conoció primavera.
Simulan a veces que podan flores. Jamás creció nada en su balcón…pero siempre están allí.
Se tensa rígido su semblante con la risa de los niños, casi con un espasmo de dolor, y se les ensombrecen las cuencas vacías, las veces que los oyen cantar. Supuran envidia y algo más… Muy muy oscuro.
Su mirada se vuelve hiel si ven tendido de arco iris la azotea.
De noche se les oye (flojo, flojito) como chirrian los dientes y se afilan las uñas contra el cristal de la ventana que da a nuestra habitación.
Algunas noches sin luna ni estrellas, también se escuchan caer los trocitos de piel seca y descamada de sus manos sobre las baldosas.
¿Qué más podría ser sino?
No sonríen, pero siempre están ahí.
Des de la última luna nueva, las sábanas nunca se secan y se vuelve el aire gélido (de repente).
No nos lo decimos,pero empezamos a tener miedo.
Hay escarcha en las ventanas y manchas de moho verdosas en la pared. En el pasillo, des de ayer.
Corremos bien fuerte las cortinas, y perfumamos el aire con lavanda, romero seco y jazmín.
Totalmente evitativos, fingimos no saber (ni temer), mientras quemamos piel de naranja y alimentamos la candela: pero tenemos frío… Y mucha sed.
Habrá que cambiar de casa, antes de que el mal se nos cuele dentro.
Tenemos brujas. Hay que irse.
Prométeme que no le diremos nunca a nadie el por qué!!!